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La pasada Semana Santa tuvimos la suerte de viajar durante once días a Senegal en compañía de Bikes Solidarias y Yakaar Africa. El viaje lo hacíamos en familia y buscábamos conocer un poquito el país, sus gentes, pero desde una perspectiva cercana y compartiendo en la medida de lo posible sus vidas. Deseábamos visitar pueblos sin turistas y hacer algo más que viajar simplemente observando, así que acompañamos a Bikes Solidarias para ayudarles en la realización de su vídeo y visitar todas las aldeas en las que trabajan junto a Yakar Africa.  

Tuvimos la experiencia que buscábamos superada con creces. El viaje fue maravilloso, la realidad de sus gentes en muchos caso nos transportó a vivencias pasadas en nuestro propio país, la España rural de la post-guerra que algunos de nosotros vivimos, la encontramos en gran medida: caminos de tierra, casas sin agua potable, aisladas, agricultura de subsistencia, medios agrarios manuales… “Hoy en día ya no nos acordamos pero, en realidad no nos queda tan lejos…”  

Nada mas llegar nos recibió Demba en persona, (el representante de Yakar Africa en Senegal), Ambrosio un fantástico guía, y gran persona y Cheikhou nuestro incansable e intrépido conductor.  

Nuestra primera parada fue en Kaolack dónde pudimos visitar el proyecto de Edukaolack (un centro de apoyo juvenil que está en construcción), y que recibió 10 de las más de ciento cincuenta bicicletas que había enviado Bikes Solidarias.  

Allí conocimos a una familia Senegalesa que nos acogió en su casa y nos preparó nuestra primera cena casera “Yassa poisson”, en el suelo del patio, y sobre una tela compartimos una gran fuente de arroz, ensalada y pescado a la brasa, riquísima. En esta ciudad, también descubrimos la problemática que genera la globalización y el desarrollo con respecto a los residuos y su inexistente gestión.  

Los núcleos urbanos aparecen rodeados por mares de plásticos y residuos que son arrastrados por las lluvias y terminan contaminando campos, ríos y lagos. “Durante el viaje podíamos averiguar cuán grande sería el pueblo por el que pasaríamos a continuación, si observábamos desde el coche la basura que le precedía.”  

Continuamos el viaje rumbo a Mako y nos alojamos en unas cabañas de ensueño llevadas por “Campamentos Solidarios”, ONG que se dedica a alojar a turistas en negocios gestionados por gente local, favoreciendo el desarrollo general de toda la población.  

Aquí conocimos a Anna, enfermera del único dispensario médico de la zona y que ejerce su labor gracias a distintas ONGS y las aportaciones de turistas, por eso, le donamos parte de los medicamentos que traíamos desde España. En Mako también pudimos ver hipopótamos junto a nuestro campamento e incluso disfrutamos de un baño en el rio.  

La sorpresa mayor, fue encontrarnos zonas en las que el suelo estaba lleno de pequeñas perforaciones, no más de un metro de ancho por uno o dos de profundidad. Gracias a nuestro guía Ambrosio, pudimos saber que durante los últimos años se había encontrado pequeñas pepitas de oro en los alrededores del rio. Y ahora, algunos de sus aldeanos habían empezado a buscarlo. Provistos de grandes cuencos fabricados con la mitad de una calabaza gigante, hacían pequeños pozos, para extraer la tierra en busca del mineral dorado. Lo que convertía algunos campos en auténticas trampas.  

El viaje continuó hacia la zona de País Bassari en dónde conviven etnias como los Bassari, los Beddick y los Peul.” cruzamos el parque Niokolo Koba en dónde descubrimos a una colonia de monos desparasitándose, y pudimos ver una gacela asustadiza entre los árboles. Kedougou, Bandafassi, y Dindefelo serían nuestros siguientes destinos, ya estábamos en el Senegal mas rural y aislado de nuestro viaje, seguimos alojándonos en campamentos gestionados por gente local, pero aquí las instalaciones se nos mostraron más abandonadas, menos preparadas, esto como nos contaron era debido a que desde la aparición del Ébola el turismo había desaparecido, llevaban meses sin recibir a nadie en esta región a pesar de que en Senegal no había ningún caso de ébola.  

En la zona de País Bassari, junto a la frontera con Guinea Conakry. Visitamos a pie varios pueblos para hacer el seguimiento de las bicis donadas, y pudimos comprobar el gran trabajo que han hecho tanto de selección de los beneficiarios como de seguimiento y documentación de las entregas de las bicicletas y su uso.  

A cada aldea que llegábamos nos recibían con los brazos abiertos y una buena cesta de mangos maduros riquísimos que ayudaban a paliar el calor. Docenas de niños de cada pueblo mostraban orgullosos su nuevo medio de trasporte y nos contaban cómo algunos de estos niños andaban siete kilómetros al día cuatro veces para ir y volver del colegio, y nos decían sonrientes “ahora con las bicis es sólo un paseo”.  

Nos sentimos felices de poder contribuir al desarrollo de estas comunidades con la simple reutilización de bicicletas que en España descartamos. Tan fácil y difícil como dar lo que uno ya no usa a quién lo necesita. Tan lógico y fructífero a la vez…  

También visitamos varios huertos comunales puestos en marcha por Yakaar, que estaban contribuyendo a erradicar la malnutrición de la zona. Nos contaron que había muchos casos de anemia sobre todo entre embarazadas y niños, y que en los últimos años cada vez más aldeas trabajaban de manera comunal para formar parte de estos proyectos y se veían beneficiados.  

Otro aspecto importantísimo es el acceso al agua, al final de la época seca muchos de los pozos se quedan vacíos y la gente se ve obligada a desplazarse en busca de un pozo más profundo, y gracias a la puesta en marcha de los huertos se están construyendo más pozos, lo que también beneficia a toda la comunidad.  

El viaje ya casi estaba llegando a su fin y debíamos volver a cruzar el país para volver a España, así que decidimos ponernos en marcha y pasar el último día en Mbour, una ciudad costera a pocos kilómetros de Dakar.  

Allí visitamos el puerto, la lonja y tuvimos la suerte de conocer a las familias de Cheikh y Ambrosio, nos enseñaron a jugar al wale y nos alojamos en un turístico hotel a pie de playa, un paraíso que nos habíamos merecido.  

Queremos agradecer la buena organización del viaje, la oportunidad de vivir y sentir tan cerca la realidad de los pueblos que visitamos. Nos cuidaron y trataron como a sus propias familias. Y ha sido enriquecedor en todos los sentidos.  

Volvimos a España con la certeza del buen trabajo que se está llevando a cabo tanto por parte de Yakaar como Bikes y con la cabeza llena de preguntas e ideas. Y por supuesto con ganas de volver.  

Familia Lopez